La terapia de juego: una ayuda con el tema del bullying

A propósito de nuestro programa de radio sobre «El Bullying» se habló sobre la terapia de juego y el caso de un terapeuta que utiliza esta técnica con un «chico problema» llamado Tom y cómo se logran excelentes resultados. La terapia está basada en la teoría de la personalidad de Carl Rogers, padre del Counseling.

A continuación, una breve reseña sobre esta terapia.

TERAPIA DE JUEGO

La terapia de juego se basa en el hecho de que el juego es el medio natural de autoexpresión que utiliza el niño. Es una oportunidad  que se le da para que exprese sus sentimientos y problemas por medio del juego, de la misma manera que un individuo puede verbalizar sus dificultades en ciertos tipos de terapia con adultos. La terapia de juego puede ser directiva, es decir, en la cual el terapeuta asume la responsabilidad de guiar e interpretar, o bien, puede ser no-directiva. En esta última, el terapeuta deja que sea el niño el responsable e indique el camino a seguir. Este es el tipo de terapia que trataremos en este caso. Ahora bien, existen numerosas fuentes de información respecto de la estructura básica de la personalidad del individuo, por lo tanto, antes de explicar el proceso terapéutico de la terapia de juego, presentaré la estructura de su teoría.

Teoría de la estructura de la personalidad como base de la terapia de juego no directiva

Carl Rogers – Fundador de la Terapia Centrada en el Cliente, dice: Parece que en todo individuo existe una fuerza poderosa que continuamente lucha por alcanzar su plena autorrealización.

La autorrealización es una fuerza que se puede describir como un impulso hacia la madures, la independencia y la autodirección. Este impulso continúa implacablemente hasta llegar a realizarse. Necesita de un ambiente que fortalezca el crecimiento para poder desarrollar una estructura bien balanceada. Tal como una planta necesita de sol. Lluvia y de una tierra fértil, para poder llegar a su máximo desarrollo, así el individuo necesita permiso para ser él mismo y de una aceptación total, tanto por parte de sí  mismo como de los demás. La dinámica de la vida es tal que cada experiencia, actitud y pensamiento del individuo está cambiando constantemente en relación a la interacción de las fuerzas psicológicas y ambientales del individuo. Cuando la persona cobra conciencia de que él y nadie más que él puede tomar el poder de dirigir su propia vida y acepta la responsabilidad que viene con la libertad de esta autoridad interna, entonces puede planear su curso de acción con mayor precisión.

La mayoría de los casos que se refieren por “niños problema”, particularmente suceden porque aquellos niños carecieron, en su mayoría, de relaciones en las que les diera cariño, seguridad y un sentimiento de pertenecer y, sin embargo, a través del proceso de la terapia, Tom, adquirió el sentimiento de que era capaz de autoestimarse y autodirigirse, así como una creciente conciencia de que poseía la habilidad de ser independiente y de aceptarse a sí mismo. Estos gracias a la Terapia de Juego No Directiva, ya que la misma se basa en la suposición de no sólo la habilidad para resolver sus propios problemas de una manera efectiva sino también el impulso de crecimiento que hace que la conducta madura llegue a ser más satisfactoria que la conducta inmadura.

Por otro lado, este tipo de terapia no debe ser considerada como un medio para sustituir una conducta “no deseable” por otra más aceptable, de acuerdo con las normas fijadas por el adulto. No se trata de imponerse al niño de una manera autoritaria diciendo: “Tú eres un problema y yo quiero que lo corrijas”. Cuando esto sucede, el niño opone resistencia, ya sea activa o pasiva. Todo esto sucede porque el niño no quiere que se le vuelva a moldear ya que ante todo está luchando por él mismo. Los patrones de conducta que no son de su agrado resultan endebles y no vale la pena gastar tiempo y esfuerzo para tratar de imponérselos. Si todo marcha bien durante la terapia de juego el niño puede revelar su YO verdadero al ser aceptado por el terapeuta; y debido a esta misma aceptación crece su confianza en sí mismo y aumenta su capacidad para extender los límites de la expresión de su personalidad.

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